Una de las principales leyendas de la mitolgía nórdica es la del Anillo de los Nibelungos y de esto se ha hecho en todos los géneros: música, pintura y cine. La más famosa ópera de esto se representó en Alemania en 1874 por Wagener, pero también luego se han hecho la historia en cine y en novela. En la primera la película fue llevada al cine en 2004 de la mano de Robert Pattison, en lo segundo la historia fue contada por los hermanos Grimm, que se detallaba con gran precisión, esta historia cuenta que: Iba un día el dios Odín paseando por el país de los gigantes, cuando en un arroyo vio como una enorme nutria se comía un salmón. Odín la cazó y se la llevó a casa de Reidmaro, el gigante. Allí se disponían a cenar, cuando Reidmaro descubrió que la nutria era su hijo perdido, que había sido encantado y transformado en animal hace tiempo. Odín, que por alguna extraña razón, no quería problemas con aquel individuo de tres metros, le ofreció lo que pidiera a cambio de la vida de su hijo. Reidmaro y sus hijos, Fafner y Mime, pidieron riquezas para cubrir el cuerpo de la nutria muerta. Odín fue entonces en busca del tesoro de los nibelungos. Odín fue a la caverna donde estaba el rey nibelungo Alberico, y le pidió su tesoro. Alberico no tuvo más remedio que acceder. Mientras Alberico veía con lágrimas en los ojos, como la compañía de mudanzas se llevaba su tesoro querido, Odín se dio cuenta de que el enano escondía algo en su puño. El dios se lo arrebató y vio que era un anillo finamente labrado. Alberico le dijo que tenía extraños poderes, pero que para vengar su agravio, una maldición pesaría sobre quien lo llevara a partir de entonces. A Odín le dió igual, ya que era el padre de los dioses, y se lo llevó.
Odín llevó el tesoro a Reidmaro, y cubrió el cuerpo de la nutria con él. Fafner y Mime pidieron a su padre parte del tesoro, pero este se negó. Fafner optó entonces por la vía diplomática, vamos que mató a Reidmaro, y se apoderó del tesoro. Fafner se negó a compartirlo con su hermano y además se transformó en dragón para poder custodiar mejor sus riquezas. Desde entonces consagró su vida a guardar el tesoro Nibelungo.
Odín tuvo un buen ejército de hijos con mujeres mortales, por lo que los germanos nunca pudieron quejarse de falta de héroes. A Sigmundo, su hijo predilecto, le dio la espada Balmunga, que le hacía absolutamente invencible. Sigmundo, que estaba muy ducho en todo eso de la muerte y la destrucción, empezó a hacer buen uso de su arma diezmando la población. Odín bajó a la tierra para impedir que esto sucediera, pero Sigmundo le atacó como a todos los demás. El dios golpeó con su vara la espada de su hijo y ésta se rompió. Brunilda, la mujer de Sigmundo, bajó de Valhalla para ayudarle, y por su osadía fue castigada posteriormente. Antes de morir, Sigmundo le entregó la espada Balmunga a su esposa para que se la diera a su hijo que iba a nacer. Ese hijo, Sigfrido, que pronto fue arrebatado a su madre , fue a vivir con el gigante Mime.
Mime, que solo quería venganza contra su hermano Fafner. Cuando Sigfrido hubo pasado la infancia y hubo forjado la, por otro lado, inforjable Balmunga, Mime lo intentó utilizar para consumar su venganza. Le habló de un dragón que guardaba una caverna llena de riquezas y de la gloria que ganaría quien lo matara, y Sigfrido partió a buscarle. El chico no sólo lo encontró, sino que luchó violentamente con Fafner y entre los dos montaron una carnicería de sangre tripas y bilis bastante repulsiva. Cuando Sigfrido hubo acabado con el bicho, se chupó la sangre de las manos, sangre mágica, y a partir de entonces pudo entender el lenguaje de las aves. Precisamente fue un pájaro quien le dijo que si se bañaba en la sangre de un dragón se haría invulnerable. Este no lo dudó y se metió bajó una humeante herida del dragón para darse un relajante baño caliente de sangre. Durante la ducha Sigfrido no se dio cuenta de que una hoja de tilo cayó sobre su hombro derecho, dejándolo seco de sangre de dragón (parecido a la leyenda de Aquiles)
Después del baño, Sigfrido entró en la caverna para hacerse con el tesoro. Allí se encontró primero con Mime, que le reclamó el tesoro que le correspondía por herencia. Sigfrido le atravesó un par de veces con la Balmunga y siguió su camino adentrándose más en la caverna, hasta que finalmente, encontró el tesoro. Escondido en una esquina, se encontraba Alberico, el rey Nibelungo, que no había podido olvidarse de su bienamado tesoro y seguía allí haciéndole compañía. Al descubrir a Sigfrido, intentó estrangularle por detrás, pero el héroe, , le mató con su poderosa espada. Al ser muerto, Alberico se convirtió en una estatua de piedra. Sigfrido entonces vio el anillo maldito, y se lo llevó. A la salida, un amable pájaro le informó de que le anillo que se llevaba le haría invisible y le permitiría cambiar de forma (se le olvidó contarle el pequeño detalle de que también traería la penuria, la desgracia, la agonía, la muerte a su portador)
A Sigfrido se le había subido lo del dragón a la cabeza, y decidió que un héroe como él había de casarse con la princesa de sangre más azul que pudiera encontrarse. Por aquel entonces la princesa más princesa que había era Crimilda, la hermana del rey Gunter, que vivía en el reino de Burgundia. Sigfrido emprendió su viaje al tiempo que reconquistaba las tierras de su padre, y dicen que recorrió todo el mundo hasta llegar a Burgundia. Tras ese año, Sigfrido era un héroe de , y Gunter estaba encantado con que se casara con Crimilda, pero decidió sacarle provecho a la situación. Le dijo que accedería a que se casara con su hermana si le conseguía a la valquiria Brunilda. Sigfrido aceptó y se fueron todos a Islandia, donde habitaba su madre Brunilda.
Allí fueron Gunter, Sigfrido, Hagel, un guerrero y el trovador Volker. Al llegar a Islandia, vieron unos muros de fuego en la playa. Cuando Sigfrido se iba acercando, las llamas disminuían, dejando al descubierto una árbol de plata que crecía en el interior de una hoguera. Sigfrido se siguió acercando, y la última hoguera se apagó y apareció, dormida, la valquiria Brunilda, madre de Sigfrido. Había sido castigada por Odín a dormir envuelta en llamas hasta que llegara el poseedor de la Balmunga.
Brunilda es salvada por su hijo Sigfrido, ella le tira los tejos a su retoño y pasa olímpicamente de Gunter, que al fin y al cabo, es el que ha financiado el crucero a Islandia. Pero Gunter no se dio por vencido tan facilmente, y le dijo a Brunilda que haría lo que fuera para conseguirla. Ella, convencida de la inutilidad de su pretendiente, le impuso tres pruebas: la prueba de la piedra, la del escudo y la del salto.
Finalmente Gunter y Brunilda se casaron, muy en contra de la voluntad de esta última, y a Sigfrido por fin se le dio la mano de Crimilda. Brunilda,le preguntó una y otra vez por qué había permitido que su hermana se casara con un plebeyo como Sigfrido. Gunter no dijo nada, hasta que Brunilda se cansó y lo ató de pies y manos con su cinturón y lo colgó por la ventana. Ella se fue a dormir y por la mañana lo sacó de allí. Esto lo repitió tres noches, hasta que Gunter decidió tomar medidas, es decir, chivarse a Sigfrido. El héroe pensó que lo mejor sería usar el anillo, que permitía mutar de forma, y hacerse pasar por Gunter la próxima noche. Así lo hizo, atizó bien a Brunilda y además se llevó el famoso cinturón, que escondió en un cajón. Pero este cinturón fue encontrado por su esposa, Crimilda, y creyendolo un regalo, se lo puso un buen día. Cuando Sigfrido lo vio, se puso muy nervioso y le dijo a su esposa que se lo diera, rápido, para tirarlo al Rhin. Ella le pidió una causa, y el dijo que era un secreto. Ella se puso celosa, ya que no era uso de aquellos tiempos que los hombres guardaran cinturones de mujer en los cajones, y Sigfrido se vio obligado a revelar el secreto.
El fin de Sigfrido
Pasaron cinco años, y todo era amor, felicidad en el reino de Sigfrido. En cambio, en Burgundia, Brunilda continuaba amargada por su situación. Ya no deseaba a Sigfrido como antes, ahora lo que deseaba era vengarse de él, por envidia. Así que sugirió, mandó a su marido que invitara a su más querido vasallo, Sigfrido, a pasar una temporada a Burgundia Gunther, que aunque era el rey, ni tomaba parte en las decisiones, asi hizo. Acudió la adorable pareja, y su primer acto fue asistir a misa en la capital de Burgundia. Para la ocasión, Crimilda se puso el cinturón de la Valquiria, que llevaba años poniéndose por coquetería y por orgullo, y lo escondió bajo su manto. En la entrada de la catedral, se produjo uno de los episodios más bochornosos de la la Historia de la Diplomacia. Crimilda quiso entrar la primera a la catedral, cosa que no gustó a Brunilda. Así entre cuñadas se inició una pelea verbal, hasta que Crimilda confesó el origen de su cinturón para demostrar que su marido era el más macho. Brunilda, sintiéndose tan avergonzada, que juró que se vengaría de Sigfrido
Le pidió la Valquiria a su marido que matara a Sigfrido, ya que le había deshonrado revelando la historia del cinturón. El rey no quería hacerlo, pero al final se vio envuelto en una conspiración urdida por el envidioso Hagen. Al día siguiente del episodio dela catedral, se iba a organizar una cacería. Hagen, muy astuto, fue a confesarle a Crimilda que su marido tenía enemigos, y que durante la cacería se atentaría contra su vida. Crimilda, que era tonta del bote, le pidió a tito Hagen que le protegiera, y él accedió, pero a cambio debía saber cual era su famoso punto débil. Crimilda, se lo dijo, y para facilitar las cosas, cosió en su túnica una equis roja que indicaba el punto exacto. Y pasó lo que tenia que pasar. Mientras Sigfrido bebía agua en un manantial Hagen lo hirió de muerte con la lanza en el hombro. Sigfrido murió, pero con él no acabaron las desgracias del anillo. Gunther creyó que con esta "hazaña" ganaría el favor de Brunilda, pero no fue así. Ella, sin embargo, fue a la iglesia, y a los pies del féretro, murió de dolor.
Crimilda consagró entonces su vida a vengarse de los asesinos de su esposo. Hizo traer el tesoro de los Nibelungos desde la isla donde se encontraba, y lo empezó a gastar en comprar el apoyo de los soldados de Gunther. Hagen se dio cuenta de esto, y un buen día, fue con su guardia en busca del tesoro y lo tiró al Rhin. De aqui el mito de que en el fondo del Rhin brilla aún el oro del tesoro de los Nibelungos.
De esta época era también Atila, rey de los Hunos, . Atila era viudo, como Crimilda, y le pidió matrimonio a ésta última. Ante la sorpresa de todos, Crimilda no rechazó a este despreciable individuo, y se casó con él para consumar su venganza. Después de varios años de matrimonio, Crimilda le dio a Atila un hijo. Crimilda entonces pidió a su marido un favor especial, que invitara a su familia al reino de los Hunos. Así lo hizo, y aunque Hagen desconfiara, partieron todos, Gunther, Hagen y un ejército de 300 burgundios a ver a Crimilda. En el camino se toparon con el Danubio, y como no todos sabía nadar, Hagen se ofreció para buscar una forma da cruzar. Bordeando el Danubio se encontró con unas ninfas de río que predecía el futuro. Le predijeron que nunca nadie de su expedición cruzaría el Danubio de vuelta a casa, excepto el sacerdote. Hagen prsentía esto desde hacía tiempo, pero antes la muerte que ser tachado de cobarde. Encontró finalmente un barco, y lo llevó donde esperaban los burgundios. A bordo del barco puso a prueba el destino, y arrojó al agua al sacerdote. El cura, del golpe, murió, pero fue lentamente llevado por la corriente a la orilla de la que venían. Hagen supo entonces que iba a pasar y que no se podía torcer el destino.
Llegaron a la corte de Atila y mientras comían, el rey insistió en enseñar su joven hijo a sus invitados. Hagen se las dió de brujo, y dijo que le podía leer el futuro al niño. Lo agarró bien y dijo que le quedaba poco tiempo de vida al hijo de Atila y Crimilda. En ese momento, entraron unos guardias burgundios, y gritaron a la sala que los suyos estaban siendo aniquilados por los guerreros hunos. Hagen entonces levantó al niño, lo cogió por un pie y con su espada, le cortó la cabeza, como venganza por sus soldados. Se produjo una carnicería en el salón del banquete. Todos se pegaron con todos, y Crimilda con un hacha mató a todos sus familiares, a Gunther, al traidor Hagen, incluso a sus hermanitos inocentes a los que tanto quería. Atila, horrorizado ante el espectáculo, decidió acabar con su carrera de barbarie y cedió sus tierras al emperador romano Teodosio.